Cuentan de un soldado del Czar que estaba parado en el sol guardando su puesto en la orilla del río. El sol no daba tregua y el soldado no aguantaba el calor del uniforme pesado.
Decidió aprovechar la calma y meterse en el río a refrescarse.
De repente escuchó el sonido de trompeta anunciando la llegada del Czar. No tuvo tiempo para vestirse y se paró en su puesto así como estaba, desnudo.
Cuando el carruaje del Czar pasó por el lugar, el Czar mandó parar el carro para averiguar por qué era que el soldado estaba parado ahí, en la ropa de su día de nacimiento.
“¿Sabes el castigo que te corresponde por semejante falta de respeto?” preguntó el Czar.
“Su Majestad,” respondió el soldado, “¿Qué es lo que realmente necesita en el puesto, yo o mi ropa? ¡Yo estaba en mi puesto!”
¿Cuán importante es la ropa en el judaísmo?
Más allá del hecho que muchos judíos están en el negocio de los “Shmates” (telas, ropa), el judaísmo tiene unas cuantas cosas para decir sobre el tema.
La lectura de esta semana, Tetzavé1, habla de las ropas con las cuales los Kohanim debían vestirse durante la realización de los servicios en el Templo. Los Kohanim comunes usaban únicamente cuatro prendas (Gorro, camisa, pantelones de lino blanco y cinturón hecho de una mezcla de lino con lana), mientras que el Kohen Gadol (Sumo Sacerdote) usaba ocho prendas en total, varias de las cuales fueron elaborados con hilos de lana blanca, roja, celeste y violeta, filamentos de oro y piedras preciosas.
Veamos algo sobre la ropa en general y dichos ropajes en particular.
Si bien es más importante ser que parecer, el parecer, también, es importante. La ropa que usamos expresa lo que pensamos que somos y cómo queremos que los demás nos vean.
La riqueza, la pobreza, la arrogancia y la humildad se notan en la ropa que uno usa. Según la ley judía uno debe vestirse con ropa que no esté en ninguno de los extremos. Debemos usar ropa digna que no nos resalte ni nos rebaje demasiado; “perfil bajo”. La ropa tradicional que se usa es para taparse y no para mostrarse.
Cada cosa en el mundo tiene su envoltorio o cáscara particular; el huevo tiene el suyo y la naranja, la suya. Cada envoltorio tiene las características particulares necesarias para su función. Para envolver comida se usa plástico y no algodón o lana. El hombre, en cambio, se viste en ropas de fibras naturales que “respiran” y no en film de plástico.
Cada estilo de ropa irradia una imagen y energía diferente. No es el sentimiento que provoca ver alguien vestido en Talit y Tefilín que el que provoca ver alguien vestido en ropa de cirujano. No es lo mismo la ropa de un policía que la de un deportista. Cada estilo de ropa transmite un mensaje diferente. La ropa típicamente judía tiene como objetivo apuntar hacia la humildad y la dignidad.
De acuerdo a las enseñanzas jasídicas2, el alma también tiene su “ropa”: el pensamiento, el habla y la acción. Son los canales por medio de los cuales nos expresamos e interactuamos con el mundo que nos rodea. La humildad y la dignidad se expresan no solo por medio de la ropa física; se expresan también - y quizás principalmente - por medio de la ropa espiritual, o sea la conducta.
Aunque pareciera que la ropa espiritual es algo superficial si la comparamos con las ideas y sentimientos y por lo tanto no tan importante, el jasidismo señala que es justamente por medio de la “ropa” espiritual, el pensamiento, el habla y la acción que uno se conecta con D-os más que lo que es posible por medio del intelecto y las emociones, los poderes internos del alma.
Este concepto se entiende muy fácilmente. Imaginate alguien que dice querer a su esposa pero no hace nada de lo que ella quiere. Puede ser que el amor hacia ella sea profundo y genuino, pero la conexión con ella se logra únicamente por medio del comportamiento, por más externo y superficial que puede parecer. Lo mismo ocurre en nuestra relación con D-os. Hacer lo que quiere nos conecta más que quererlo sin hacerle caso…
La Torá3 encomienda que en el día de Iom Kipur los servicios en el Templo deben realizarse por medio del Kohen Gadol. Una de las especificaciones es que los servicios que realiza fuera del Kódesh Hakodashim (Sancta Santorum) los realice vestido con todo su ropaje, incluyendo las prendas que contenían oro, mientras que los servicios realizados en el Kódesh Hakodashim deberían ser realizados mientras vestía únicamente las prendas blancas.
¿A qué se debe esta diferencia?
Una de las explicaciones:
La entrada al Kódesh Hakodashim únicamente en Iom Kipur representa la conexión con D-os más íntima y sincera. Ahí uno se despoja de sus cualidades, reconociendo sus limitaciones. Expresa una conexión esencial que trasciende a cualquier cualidad especial que puede llegar a tener.
Cuando sale de ahí y vuelve a insertarse en el mundo más terrenal, debe sí reconocer y utilizar los dones que D-os le dio para conquistar al mundo que lo rodea… Se viste con las ropas doradas; no es momento para ignorar las cualidades que tiene sino de aprovecharlas.
La lectura de esta semana tiene la particularidad de ser la única semana - desde la semana en la que leímos sobre su nacimiento hasta el final del libro de Números4 - que no se menciona el nombre de Moshé.
No hay casualidades en general y menos en la Torá. ¿A qué se debe dicha ocurrencia?
Explica en el libro Meor Einaim5 que esta lectura coincide generalmente con la semana en la que cae el 7 de Adar, aniversario del fallecimiento de Moshé6. Siendo que las lecturas están vinculadas con los acontecimientos que suceden en las fechas cuando se leen, el fallecimiento de Moshé está insinuado por el hecho que su nombre no figura.
La pregunta es: sabemos que Moshé también nació el 7 de Adar. ¿Dónde, entonces, está insinuado su nacimiento?
La respuesta es que siendo que a un niño judío se le ponen el nombre recién en el Brit, a los ocho días de su nacimiento, resulta que la primera semana está el niño sin nombre. Y efectivamente, la primera palabra de la lectura, Veatá, que quiere decir “y tú”, refiriéndose a Moshé, sin su nombre.
Dice el Zohar: “El Tzadik que fallece se encuentra en el mundo más que lo que lo era durante su vida”. Despojado de su cuerpo, se libera de las limitaciones del mismo y la esencia de su presencia trasciende la descriptible por un nombre. Está, sin el nombre.
El 7 de Adar, que conmemora tanto el nacimiento como el fallecimiento de Moshé, implica en esencia una conmemoración de su presencia en el mundo de una manera superior a la que hubo cuando estaba físicamente.
¡Aprovechémoslo!