Vaiakhel
Una de las preguntas que desafían la dinámica de una sociedad justa es cómo compaginar el valor del individuo vis-a-vis el de la comunidad.
Hay sistemas sociales que sacrifican el valor del individuo en pos del valor de la comunidad y hay sistemas que ponen el valor del individuo por encima de la de la comunidad.
¿Cuál es la postura del judaísmo? ¿Qué es más importante, el valor e intereses del individuo o los de la comunidad?
Creo que la respuesta correcta sería: ambos. Una cosa sin la otra lleva a la injusticia. Poner el valor del individuo por encima de la comunidad lleva al anarquismo, y poner el valor de la comunidad por encima del valor del individuo lleva a la represión como bien vimos tanto en las sociedades comunistas como fascistas.
Se puede ver al individuo y a la comunidad como dos intereses encontrados; el judaísmo los ve como dos valores interdependientes. Es por medio de pertenecer a una comunidad fuerte y gozar de su respaldo que el individuo puede llegar a expresar su individualismo en forma máxima y es por medio de individuos fuertes que la comunidad puede llegar a su expresión y fuerza máximas.
De hecho, este concepto está tallada en cada moneda norteamericana: E Pluribus Unum, quiere decir: de muchos, uno.
A diferencia de otras revoluciones, la norteamericana fue basada en el respeto a ambos, tanto el individuo como la comunidad. Cada uno fortifica al otro, ninguno de los dos debe amenazar al bienestar y seguridad del otro. Son dos caras de la misma moneda.
¿Qué tiene que ver esto con la lectura bíblica de esta semana, Vaiakhel1?
Vaiakhel quiere decir “y reunió”. Se refiere a la reunión del pueblo judío por medio de Moshé para transmitirles las leyes y detalles referentes a la construcción del Mishkán, el Tabernáculo. Generalmente2 se lee esta lectura junto a la que se lee la semana siguiente, Pekudei, “cuentas”, en el cual Moshé da un balance de todos los diferentes materiales y sus cantidades usados en la construcción del Tabernáculo.
Los nombres de las dos lecturas representan estos dos conceptos: Vaiakhel, “y reunió”, representa la idea de comunidad; Pekudei, “Cuentas”, representa el valor de cada individuo, contado por separado.
El hecho que a veces se leen en dos semanas separadas enfatiza la importancia de cada uno de los dos elementos, la individualidad y la comunidad. El hecho que generalmente se leen juntas nos enfatiza la importancia de su interdependencia y el hecho que la sinergia sirve para fortificar el valor del individuo.
Este concepto está muy presente en el judaísmo. El pueblo judío es como un solo cuerpo en el cual cada órgano cumple una función única. Imaginemos un dedo que quiere independizarse del cuerpo y se despega del cuerpo. Sí, ha logrado su independencia, pero a la vez ha perdido su funcionalidad.
Paradójicamente, es únicamente dentro de la vida comunitaria que uno puede llegar a su potencial personal máximo. Es la vida en comunidad lo que ayuda al individuo a vivir una vida recta y sin desvíos. Maimónides lo define claramente: El que se separa de la comunidad, no tendrá quien lo corrija cuando se equivoca y terminará desviando del camino correcto.
Una pregunta: ¿Qué es una réplica más exacta de la realidad, una foto o un cuadro?
Respuesta: Una foto.
Segunda pregunta: ¿Qué vale más una foto o un cuadro?
Respuesta: Un cuadro. El cuadro más caro del mundo es el de Paul Cézanne titulado Los jugadores de cartas. Fue comprado en 2011 por 250 millones de dólares. La foto más cara, Rhein II, tomada por Andreas Gursky en 1999, fue subastada en 2011 en U$S4.3 million. Es mucha plata, por cierto, pero no llega ni cerca al valor del primero.
Tercera pregunta: ¿Por qué? ¿No se supone que una foto capta las cosas más real y exactamente que un cuadro?
Respuesta: Si bien una foto es más exacta, un cuadro es más creativa. Una foto capta la creación Divina tal cual es; un cuadro es una creación humana.
En otras palabras, si comparáramos la fidelidad de ambas, la foto ganaría por lejos. Si comparamos la creatividad, el cuadro gana. Es posible reproducir una foto infinitas veces y saldría siempre igual; no es posible pintar una escena dos veces y que salga idéntico, aunque sea por el mismo pintor. En otras palabras podríamos decir que el cuadro es algo humano y vivo, mientras que la foto es algo mecánico y muerto.
Algo similar ocurrió cuando Moshé subió al Sinaí a recibir la Torá. El Talmud nos cuenta que los ángeles armaron un escándalo. “¿Cómo, D-os, vas a entregar la Torá al ser humano que lo va a hacer puré? Dénos la Torá a nosotros, los ángeles. La mantendremos en perfectas condiciones.”
“No se trata de perfección,” vino la respuesta. “Se trata de perfeccionamiento.” Si bien los ángeles son perfectos e infalibles, es el hombre, con sus carencias, el que tiene el desafío y la posibilidad de perfeccionarse continuamente por medio de su enfrentamiento y superación de sus desperfectos.
Una foto documenta la grandeza y perfección de D-os; un cuadro documenta la grandeza de una de la creaciones Divinas: el hombre.
¿Qué tiene que ver esto con la lectura bíblica de esta semana?
En la lectura de esta semana leemos detalladamente cómo el pueblo judío construyó el Tabernáculo para D-os. La pregunta es ¿por qué hacía falta tanto detalle en el relato? Ya leímos hace un par de semanas3 como D-os describió a Moshé con lujo de detalles cómo había que construir el Tabernáculo. ¿No hubiese alcanzado con decir simplemente: “Y los hijos de Israel construyeron el Tabernáculo tal cual D-os le pidió a Moshé”? ¡De esta manera se hubiese ahorrado decenas de versículos!
Hete aquí una enseñanza muy linda e importante. Si bien D-os tiene Su perspectiva de la realidad, valora - y mucho - la del hombre. A tal punto valora el esfuerzo del hombre que describió detalladamente sus esfuerzos. Ni hablar que el hombre nunca podrá construir un Tabernáculo tan perfecto como D-os lo hubiese podido hacer. Pero no es ese el punto. No se trata aquí de perfección sino de perfeccionamiento y en este objetivo el hombre no tiene par. Es una historia aparte.