24 de Noviembre de 2011

Conceptos y Preceptos del Judaismo 

 

Eretz Israel II (N° 41)

 
El vínculo entre el pueblo de Israel y la Tierra de Israel data desde la propia creación del mundo.
 
En su comentario sobre el primer versículo del libro de Génesis, Rashi cita a Rabí Itzjak: ¿Por qué empieza la Torá con la narración de la creación del universo? Siendo un libro de leyes, debería haberse comenzado con el decimosegundo capítulo del segundo libro (Exodo) en el cual aparece el primer precepto que D-os mandó al pueblo judío: contar el tiempo según el ciclo lunar. A lo que responde que es para que el día que las naciones del mundo nos acusen de ser ladrones por haber robado la tierra de las Siete Naciones, les diremos: «Toda la Tierra es de D-os, Él la creó y la entregó a quién le pareció. Con Su voluntad se la dio a ellos y con Su voluntad se la sacó a ellos y nos la dio.»
 
La Torá cuenta que después del diluvio de Noé la tierra se dividió entre los tres hijos de Noé y sus descendientes. Lo que es hoy la tierra de Israel fue habitada originalmente por los hijos de Shem, bisabuelo de Avraham.
 
En el año 2.023 desde la Creación (1.738 AEC), D-os le da la orden a Avraham que abandone su tierra natal para ir hacia la Tierra que D-os le va a mostrar.
 
Cuando Avraham llega a la tierra de Canaan, se encuentra con que los Canaanitas (descendientes de Jam, hijo de Noé) estaban conquistando la tierra de sus dueños originales, los hijos de Shem. O sea, las naciones que se encontraban en la tierra de Canaan cuando el pueblo judío eventualmente llegó no eran los habitantes originales, sino descendientes de conquistadores extranjeros.
 
Promesa Divina
 
Estando en la tierra de Canaan, D-os hace un pacto con Avraham en el cual le habla del futuro exilio de sus hijos y su eventual retorno a la tierra. Concluye diciéndole: «a tus descendientes he dado esta tierra…» (Gén., 15:13-21).
 
Avraham desarrolla su vida en la Tierra de Canaan, principalmente en las ciudades de Jevrón y Beer Sheva, donde estableció un centro de hospitalidad y enseñanza.
 
La Torá nos cuenta cómo al fallecer su esposa, Sará, le compra a Efrón, Alcalde de Jevrón, la propiedad que contiene la cueva de Majpelá (donde fueron sepultados Adán y Eva) por 400 monedas de plata. Por más que se quisiera discutir el vínculo histórico entre la tierra de Israel y el pueblo de Israel, no se puede discutir la pertenencia de la Cueva de Majpelá, comprada por Avraham para darle sepultura a su esposa, Sará, progenitora del pueblo de Israel.
 
D-os le ratifica a Isaac la promesa que hizo con su padre, Avraham. Isaac, heredero de Avraham, a diferencia de Ishmael quien se fue a vivir en otro lado, vivió toda su vida en la tierra de Canaan.
 
Nuestro tercer patriarca, Iaakov, hijo de Isaac, le compró la primogenitura a su mellizo mayor, Esav, transformándose así en heredero principal de su padre, Isaac. Di-s le ratifica la promesa que hizo a su padre y abuelo. Isaac, antes de fallecer, le da la bendición de primogénito a Iaakov.
 
La Torá nos cuenta cómo Iaakov compró una parcela de tierra en la ciudad de Shjem por 100 Kesitá.
 
Iaakov se vio obligado a abandonar la tierra de Canaan por la hambruna insoportable y vivió sus últimos diecisiete años en Egipto. Antes de fallecer le hace jurar a su hijo Iosef, virrey de Egipto en ese entonces, que cuando fallezca, lo lleve a enterrar en el lugar de entierro de sus padres, en la cueva de Majpelá. Efectivamente, al fallecer, Iaakov fue sepultado en la cueva de Majpelá, junto a sus padres, Isaac y Rivká, y abuelos, Avraham y Sará. Eventualmente, su esposa, Lea, fue sepultada ahí también.
 
Al completarse el término de la esclavitud egipcia, llegó el momento para que Moshé libere a los judíos de Egipto y llevarlos al Monte Sinaí a recibir la Torá y seguir hacia la Tierra Prometida.
 
Accede al pedido del pueblo para que mande espías antes de iniciar la conquista. Cuando vuelven con un informe desalentador, el pueblo judío se asusta y llora por haber salido de Egipto. D-os ordena que esa generación muera en el desierto en el transcurso de cuarenta años y que recién sus hijos entrarán a conquistarla.
 
Deambularon cuarenta años en el desierto hasta que murió toda aquella generación. Moshé no entra a la tierra de Canaan como castigo por su desacato frente a la orden Divina, cuando le pega a la roca, en vez de hablarle, para que dé agua al pueblo. Llega a ver la tierra desde las alturas del Monte Avarim.
 
El pueblo judío, encabezado por Iehoshúa, sucesor de Moshé, entra a la tierra de Canaan en el año 2.488 desde la creación (1.273 AEC). Durante catorce años conquistan la tierra y la reparten entre las 12 tribus de Israel.
 
Siete generaciones después, el Rey David le compra a Aravna el Jebuseo una granja para construir ahí el Templo de Jerusalém. Debido a que ha derramado tanta sangre en las guerras libradas en defensa de Israel, D-os lo descalifica de ser quien construya el Templo. La tarea será designada a su hijo y heredero, el pacífico rey Salomón.
 
Según nuestras tradiciones, el sitio del Templo comprado por el Rey David, contiene la mismísima piedra fundacional del mundo, denominada Even Hashtiá. Fue de la tierra donde luego se construiría el altar que D-os creó al primer hombre. Fue en ese lugar que Noé trajo sus sacrificios de agradecimiento luego del diluvio. Fue ahí que Avraham llevó a su hijo Isaac al sacrificio. Fue ahí que Iaakov tuvo su sueño con la escalera y los ángeles. En fin, Jerusalem en general y el sitio del Templo en particular vienen a ser el punto de contacto entre el Creador y la creación…
 
El Templo de Jerusalem construido por Salomón dura 410 años, al final de los cuales es destruido por Nebucodonosor, rey de Babilonia. Al concluirse los setenta años del exilio babilónico, el pueblo judío vuelve a Israel, encabezado por Ezra y Nejemia, y construye el segundo Templo de Jerusalem en el mismo sitio que el primero. El segundo Templo sigue en pie 420 años y es destruido por los romanos en el año 3.830 (70 E. C.) quienes exilian a los judíos.
 
Desde el momento que el pueblo judío entró a la Tierra Prometida con Iehoshúa hasta el día de hoy, nunca faltó una presencia judía representativa, por más débil y vulnerable que sea. Nunca hemos renunciado a nuestro derecho y añoranza por la tierra. Estaba, está y estará siempre presente en nuestros corazones y plegarias.
 
Leshaná Habaá Bierushalaim, el año próximo en Jerusalén.