27 de Octubre de 2011

Conceptos y Preceptos del Judaismo 

 

Shemini Atzéret y Simjat Torá (N° 37)

 
Había un rey que tenía sus hijos dispersos por distintas partes. En cierta ocasión los invitó a todos a pasar una semana juntos. Al terminarse la semana les dijo: «Es difícil para mí vuestra separación. Quédense un día más.»
 
Del mismo modo, explican nuestros sabios (Midrash Rabá, Emor, 30:12), al concluirse la «semana de visita» de Sucot D-os nos pide que nos quedemos un día más. Ese día está denominado Shmini Atzéret, o sea, «el octavo [día] de detención» (celebrado este año el 19-20/10).
 
El origen bíblico
 
El origen de Shemini Atzéret está en el libro de Levítico
(23:36): «…y en el octavo día… será un día de detención, no realizarán ningún trabajo.» La Torá nos encomienda que, luego de los siete días de la festividad de Sucot, tengamos un día de «detención », de descanso.
 
¿Postergar la separación o evitarla?
 
Si bien la metáfora citada explica el propósito de ese día de «detención», no se entiende: ¿qué se pretende lograr con un día más de festejo? Si al terminar ese día, de todos modos se verán obligados a irse, ¿qué se gana con postergar la separación inevitable por un día?
 
El Rebe de Lubavitch, que su mérito nos proteja, lo explica de la siguiente manera.
 
El objetivo de Shemini Atzéret no es simplemente postergar la separación, sino evitarla. Si nos fijamos bien en el texto citado, D-os no dice «es difícil para mí nuestra separación», sino «vuestra separación». Esto tiene dos implicancias: 1) La separación es unilateral, ya que somos nosotros quienes nos distanciamos de D-os; D-os nunca se separa de nosotros. La separación es «vuestra» y no «nuestra ». 2) Lo que a D-os le duele es «vuestra separación», la separación y discordia que hay entre ustedes, dentro del pueblo judío.
 
Son estas dos separaciones las que se busca evitar por medio de Sheminí Atzéret.
 
¿Cómo?
 
La Torá ordena que durante los siete días de Sucot había que sacrificar setenta toros. Dichos sacrificios tenían como objetivo representar a las setenta naciones del mundo en las celebraciones del Templo y generarles bendición. En Shemini Atzéret se sacrificaba un solo toro en representación del pueblo judío. Todo el pueblo judío fue representado por un único y el mismo sacrificio. Servía para recalcar la unión esencial del pueblo judío y, de esa manera, ayudar a evitar dichas separaciones.
 
¿Somos realmente iguales?
 
¿Por qué decimos que todos los integrantes del pueblo judío somos esencialmente iguales, si somos todos tan diferentes? ¿Cuál es, en realidad, el común denominador y factor unificador?
 
El pacto.
 
Todo el pueblo judío, sin excepción, estuvimos presentes al pie del Monte Sinaí cuando recibimos los Diez Mandamientos y entramos en el pacto con D-os. Puede que uno cumpla más con el pacto y otro menos, pero el pacto es el mismo para cada integrante del pueblo judío y por lo tanto nos une. Y aunque uno no haya estado ahí físicamente, nuestros sabios nos aseguran que el alma de cada uno de nosotros sí estuvo presente.
 
Esta conscientización ayuda a no «separarnos» de D-os y, como consecuencia de ello, también para reafirmar nuestro objetivo común como pueblo, aun después que termine la «visita» de Sucot y volvemos, cada uno, a nuestros quehaceres diarios.
 
Guilad Shalit
 
Un ejemplo fehaciente de esta unión esencial fue generado por Guilad Shalit, quien salió en libertad en vísperas de Sheminí Atzéret.
 
Sin entrar a opinar objetivamente sobre el trueque, sí quiero referirme a un aspecto subjetivo.
 
No sé cuántos judíos del mundo lo han conocido personalmente a Guilad, pero apuesto a que no hubo algún judío en el mundo que haya estado indiferente ante su situación, tanto sufriendo su cautiverio como celebrando su vuelta a casa. ¿Hay alguna sinagoga en la que no hayan rezado en cada oportunidad para el bienestar y liberación de Guilad ben Aviva?
 
¿A qué se debía? ¿Por qué sufrir tanto por alguien que uno ni conoce?
 
Creo que la respuesta es que todos nos sentimos representados por él. Fue secuestrado por el mero hecho de ser judío. Y esta condición la compartimos todos.
 
Este, en mi opinión, es el mensaje milenario de Shemini Atzéret, puesto en relieve este año con la increíble unión del pueblo judío generada por el drama de Guilad.
 
Simjat Torá
 
Al día después de Sheminí Atzéret, festejamos Simjat Torá, o «la alegría de la Torá». Es en esta fecha que concluimos el ciclo anual de la lectura y estudio semanal de la Torá y damos inicio a un nuevo ciclo (celebrado este año el 20-21/10).
 
La manera de celebrarlo es por medio del baile. Tomamos la Torá, cerrada y envuelta en su manto, y bailamos con ella.
 
¿Por qué celebramos la conclusión de un ciclo de estudio con bailar con el libro en vez de estudiar de él? ¿No sería más apropiado celebrar el evento con una jornada académica?
 
La respuesta es que nuestro vínculo con la Torá va más allá de lo académico. Es un vínculo esencial. De alma. Frente a la Torá abierta, hay diferencias y grados de comprensión. Uno entiende más y otro entiende menos. Frente a la Torá cerrada y cubierta, somos todos iguales. Celebramos nuestro vínculo esencial, trascendental e incuantificable. Una vez más, celebramos la esencia que nos une.
 
Bailar con la Torá cubierta invoca también la costumbre milenaria de que la novia entra a la Jupá (palio nupcial) con la cara cubierta por un velo. Una razón por ello es que el compromiso que el novio asume al casarse es con la mujer en sí, más allá de su apariencia externa del momento.
 
Tiempo de dos alegrías
 
Simjat Torá se llama también Zemán Simjateinu, o Tiempo de Nuestra Alegría. Hay un adagio jasídico que dice que el término en plural, «Simjateinu», nuestra alegría, se debe a que así como nosotros nos alegramos con la Torá, la Torá se alegra también con nosotros.
 
¿Cómo hace la Torá para expresar su alegría?
 
El Rabí Iosef Itzjak Schneerson, zi»a, explica que cuando el judío toma la Torá y baila, sus pies se transforman en los pies de la Torá permitiendo que por medio de ellos la Torá también baile.
 
Este concepto no debe limitarse a los bailes de Simjat Torá. Cada órgano nuestro puede y debe servir como instrumento por medio del cual la Torá encuentre su expresión terrenal. Está en nosotros lograr que los bailes de Simjat Torá sigan durante todo el año.