El 31 de octubre de 2011, nació el ser humano que llevó la población mundial al número redondo de siete mil millones!
¡Bienvenido!
¿Qué implica esto?
Si uno es «políticamente correcto » dirá que es una noticia preocupante, ya que a esta altura cada vida humana adicional implica una carga y desgaste para el sistema ecológico. La capa de ozono, tan sufrida, pobre, ¿podrá soportar las emisiones que este nuevo bebe generará?
Quiero compartir aquí la visión tradicional judía al respecto.
Mandato Divino
Para empezar, procrear es un mandato Divino. De hecho, la primera orden – ya que D-os da órdenes y no simplemente sugerencias – que D-os dio al hombre fue (Génesis, 1:28): «Reprodúzcanse y Multiplíquense; llenen la tierra y conquístenla…».
El traer vida humana al mundo no es simplemente un privilegio y derecho; es un deber. Y no es sólo un deber; es una bendición. Cada ser humano tiene una misión especial a cumplir. «Así como no hay dos seres humanos con el mismo rostro, no hay dos seres humanos con las mismas ideas,» observaron nuestros sabios. Cada ser humano es diferente. Cada uno es único. Cada uno es irremplazable.
Pero ¿qué será con los recursos naturales? ¿Aguantará el planeta tanta gente?
La respuesta está en la segunda parte de la orden divina: «Conquístenla ». «Conquístenla» no quiere decir «abúsenla». «Conquistar » quiere decir descubrir el potencial que tiene la naturaleza y aprovecharlo para bien. «Conquistar » quiere decir educar a los niños que nazcan para que sepan aprovechar la vida para bien. «Conquistar» quiere decir educar para respetar los recursos naturales, no malgastarlos y lograr su sustentabilidad.
Un punto importante a tomar en cuenta:
El hombre fue creado solitario para enseñarnos el valor del individuo. No fuimos creados a granel. Cada ser humano tiene nombre y apellido. Cada uno es diferente a todos los demás. No sabemos quién será ni qué aportará el chico cuyo nacimiento queremos evitar para no sobrecargar el sistema…. ¿Quién sabe si no será el que encontrará la manera de aprovechar mejor los recursos naturales o el que logrará introducir en la humanidad una mayor conscientización y solidaridad social?
¿Por qué pensar que será una carga y no la causa de gran alivio?
En el libro de Exodo (1:16) encontramos que el Faraón había decretado la muerte para cada varón hebreo que naciera. Como consecuencia de ello, los hebreos dejaron de procrear. ¿Para qué tener hijos si los van a tirar al Nilo? El líder de los hebreos de aquel entonces, Amram, tenía dos hijos, Miriam y Aarón. Su hija, Miriam, lo desafió, diciéndole: «Tu decreto es peor que el del Faraón, ya que él decretó sólo contra los varones mientras que tu comportamiento atenta también contra las mujeres que pueden nacer.» Aceptó su razonamiento, volvió a juntarse con su esposa, Iojéved, y siete meses después nació Moisés, quien terminó sacándolos a todos de su esclavitud…
Decidir tener un hijo o no es un acto de fe. Es una apuesta. El judaísmo nos enseña que apostemos a la vida. No somos futurólogos como para saber el destino especial de cada hijo que nace. El hombre sólo puede optar por no procrear, ya que para que los intentos por procrear tengan fruto no depende de uno. Si nace el bebé, es porque D-os decidió que nazca.
Normas prácticas
Para cumplir con el mandato de la procreación, uno debe engendrar por lo menos un varón y una mujer. Aun después de haber cumplido con ese mínimo, uno debe seguir procreando hasta tener la cantidad de hijos que D-os le mande. Cada hijo que nace trae consigo una bendición especial, o, como dice el refrán, nace con el pan debajo del brazo.
Hay situaciones en las cuales el judaísmo permite el uso de determinados sistemas de control de la natalidad, tanto para evitar el embarazo como para interrumpirlo. Por más detalles, consulte con un rabino competente.
La Esterilidad
Una de las condiciones más dolorosas para el ser humano es la esterilidad. El instinto de la auto perpetuación está profundamente arraigado en el hombre. La Torá nos cuenta sobre casos de esterilidad que hubo entre nuestros patriarcas y matriarcas y el dolor que les causaba como también sobre diversas técnicas que empleaban para superarla, principal entre las cuales estaba el rezo.
Uno de los consejos que el Rebe de Lubavitch, que su mérito nos proteja, daba frecuentemente a las parejas que le consultaban por este problema era respetar meticulosamente las normas de Pureza Familiar (Mikve). Conozco personalmente varios casos en el Uruguay de parejas que no pudieron tener hijos y poco después de empezar a respetar dichas normas y usar la Mikve, fueron bendecidos con hijos. No se trata de Hocus Pocus; se trata de crear las condiciones Divinamente ordenadas para poder recibir Su bendición más grande.
A medida que la ciencia va avanzando se van encontrando nuevos métodos para lidiar con la esterilidad. Conjuntamente con las medidas de índole espiritual y supernatural a las que uno pueda acudir, debe investigar también las oportunidades que dichos hallazgos científicos le puedan proporcionar, siempre y cuando conforman con las exigencias de la Halajá. Impresiona ver cuán sofisticadas, criteriosas y actuales son las consideraciones halájicas milenarias en esta materia.
Al acudir a la inseminación artificial, fertilización in vitro u otros métodos de reproducción asistida, hay muchos detalles a tomar en cuenta para que sea realizada de acuerdo a las normas halájicas. Cabe señalar, que no se trata simplemente de una consideración relevante para los «religiosos»; es importante asesorarse con un rabino competente antes de iniciar los tratamientos para evitar complicaciones y sorpresas desagradables e irremediables el día que el hijo que nazca de dichos procedimientos quiera definir su identidad y/o casarse por Jupá. Hay muchos problemas que se pueden evitar simplemente con hacer las cosas bien de entrada.
Dicen nuestros sabios que el Mashíaj no vendrá hasta que no nazcan todas las almas que están esperando por nacer.
¿Será que fue el que nació el lunes pasado?
El tiempo dirá.