Conceptos y Preceptos del Judaismo 


¿Qué Nos Enseña la Cédula?

 

Fíjate en tu cédula. Contiene cuatro detalles relacionados contigo: 1) Tu nombre; 2) Tu fecha de nacimiento; 3) Tu lugar de nacimiento; 4) Tu número de Cédula.

Adivinanza: ¿Cuál de las cuatro está en una categoría aparte?

Veamos si podemos encontrar la respuesta en la lectura bíblica de esta semana.

La lectura bíblica de esta semana1, Shemot (“nombres”), comienza con un reconto de los nombres de los hijos de Jacob quienes bajaron a Egipto y con quienes empezó la nueva etapa del exilio egipcio.

¿Por qué había necesidad de nombrarlos de vuelta, si ya fueron nombrados - con más detalle todavía - en la lectura de hace dos semanas, la lectura de “Vaigash”?

Explican nuestros sabios que D-os valora a los hijos de Israel e, igual como hace con las estrellas, los cuenta cuando “salen” y cuando “entran”. Los contó cuando descendieron a Egipto (en Vaigash) y los contó cuando murieron (en Shemot).

De hecho, encontramos que nos sólo los cuenta, los nombra. 

 

Números y Nombres

Veamos qué nos enseñan estas dos facetas nuestras, ser un número y tener un nombre.

Cuando contamos algo, nos relacionamos con la esencia de la cosa, independientemente de sus detalles particulares. Por ejemplo, si cuento autos, tanto el Lamborghini como el Fitito se cuentan como uno. Un auto es un auto. Las diferencias entre ellos no influyen en el aspecto “auto” que tienen.

Del mismo modo, cuando contamos gente nos relacionamos con el punto en común que tienen que trasciende las diferencias. El número no nos dice nada sobre las características personales del individuo, sólo destaca su similitud a los demás contados.

El nombre de uno, en cambio, aunque no dice mucho sobre él, sí sirve para identificar y distinguirlo de los demás. El número que me asignaron no tiene una conexión personal conmigo, es arbitrario; el nombre sí es mío y me acompaña a todos lados aunque me den otro número. (Tengo números diferentes en mi cédula uruguaya y mi pasaporte estadounidense, aunque el mismo nombre figura en ambos.)

Dichos dos aspectos expresan el hecho de que soy igual a los demás y a la vez soy diferente a los demás.

Tenemos dos aspectos que podemos expresar, nuestra particularidad y nuestra similitud. La pregunta es: ¿Son aspectos complementarios entre sí o son contradictorios?

Por un lado uno quiere ser como la mayoría, como es bien conocido el peso de la presión social. Por otro lado quiere destacarse de los demás y manifestar su individualidad.

¿Cómo se congenian estas dos tendencias opuestas de querer distinguirse y querer asemejarse y pertenecer?

Hay dos formas de resolverlo. 

Una forma es distinguir entre aquellos aspectos de la vida en los cuales uno no quiere mostrar su diferencia y los que sí. Por ejemplo: No quiere vestirse diferente a los demás, pero sí quiere mostrar lo original y creativo que es en su trabajo o profesión (y no vice versa).  

Otra manera de conciliarlos es usar su unicidad dentro del contexto de la generalidad. O sea, siente que es un individuo dentro de una comunidad; que es nada más que una arista de la misma “piedra” de la cual forman parte las demás aristas. Sí, tiene un nombre que lo destaca, pero también tiene un número que lo une.

El otro día llamé a un conocido para solicitarle “Una mano”. “

“¡Cómo no!  me dijo. Te daré la misma cifra que el año pasado.” 

“¿Puede ser algo más este año?” pregunté. 

“Creo que la cifra está bien. Mirá que te estoy ayudando desde la “vereda de enfrente”; no soy parte de tu organización,” aclaró. Le agradecí por su generosidad y corté el teléfono. Enseguida lo llamé de vuelta.

“Mira,” le dije, “quiero que sepas que desde mi punto de vista estamos los dos en la misma vereda… Estaremos sentados en dos asientos diferentes, pero estamos en el mismo barco.”

Podemos fijarnos en nuestros “nombres” diferentes, nuestras diferencias, o fijarnos en el hecho que nos cuentan a todos por igual; quiere decir que somos esencialmente iguales y nuestras diferencias se deben complementar en lugar de separar.

Así que en respuesta a la adivinanza: el número de cédula está fuera del grupo, ya que los demás detalles hablan de mi particularidad, mientras que el número señala el hecho que soy nada más que uno más del grupo contado. Y está bien, porque la verdadera unión viene  de la multiplicidad. E Pluribus Unum anuncia cada moneda estadounidense. De Muchos, Uno.

Así que la enseñanza de todo esto es que debemos estar conscientes de la misión mancomunada que nos une a todos y a la vez buscar y expresar la tarea específica que tenemos dentro de ese mosaico.

 

Mi Error

Este episodio me pasó poco después de haber llegado al Uruguay:

Nuestro hijo mayor, Mendy, había nacido, y debido a nuestra inexperiencia como padres, y menos en un país nuevo y todavía en una época en la cual cada dos por tres había  paros, no llegamos a inscribirlo en el Registro Civil dentro del plazo normal. Como consecuencia de esto, hubo que tramitar una inscripción tardía, un proceso que llevaba meses.

En el interín, mi Sra. y yo quisimos viajar con nuestro hijo al exterior. Debido a que somos ambos ciudadanos norteamericanos, le hicimos a nuestro hijo un pasaporte norteamericano.

Llegamos todos al aeropuerto de Carrasco, prontos para viajar. Al llegar a migraciones, el oficial nos solicitó la documentación uruguaya de nuestro hijo. Le explicamos el motivo por el cual no la tenía y nos dijo que no podía salir del país.

“¿Cómo no podemos viajar con nuestro hijo?” pregunté. “Tiene un pasaporte válido!”

“Para nosotros es uruguayo, y no puede viajar sin documentación uruguaya,” nos explicó.

“Pero, es nuestro hijo!” insistí.

“Es uruguayo,” reiteró el oficial de migraciones.

No viajamos ese día.

Aprendí de ese episodio una enseñanza impresionante. Por más que mi hijo es mi hijo, mis derechos no anteceden los derechos del Estado.

Lo mismo es aplicable en cuanto a nuestra relación con nosotros mismos. Antes de pensar en nuestros derechos personales, debemos pensar en los derechos que el pueblo judío tiene sobre nosotros y adquirir todas las herramientas posibles para poder valorar y vivir el judaísmo plenamente.

Unos 19 años después de dicha conversación con el oficial de migraciones en el Aeropuerto de Carrasco, tuve oportunidad de conversar nuevamente con otro oficial mientras estábamos realizando un trámite. Le comenté la historia que había sucedido hace unos 19 años y la lección que aprendí.

“Está Ud. equivocado,” me dijo. “No es que los derechos del Estado anteceden los derechos de los padres. Es que el Estado tiene la tarea de proteger y defender los derechos del niño.”

El paralelismo con el judaísmo me quedó más claro aún.

 

1.  Exodo 1:1 - 6:1