En honor a Alón Beris Jerozolimski en ocasión de su Bar Mitzvá

En una reunión de rabinos estaban analizando cómo lidiar con una invasión de ratones que plagaba sus sinagogas.

Cada uno planteó los métodos infructuosos que había intentado. Finalmente, el rabino de Montevideo les contó cómo había logrado superar el problema. «Los reuní a todos, les hice Bar Mitzvá y nunca más aparecieron en el Shil,» aclaró.

Desafortunadamente, para muchos chicos el Bar Mitzvá representa su despedida del judaísmo, cuando, en realidad, debería ser todo lo contrario: la bienvenida a una vida judía plena y responsable.

Veamos algunos aspectos de lo que significa ser un Bar Mitzvá, más allá de los festejos por los cuales frecuentemente se preocupan más por su aspecto «bar» que el de «Mitzvá»…

«Bar» es una palabra aramea que significa «hijo de» y Mitzvá significa «orden». Bar Mitzvá, entonces, quiere decir «hijo de la orden», ya que es a partir de los trece años que el niño judío se transforma en hombre judío y adquiere la plena responsabilidad de cumplir con las Mitzvot u órdenes o preceptos que componen el judaísmo.

En general, la diferencia entre el hombre y el niño es que el primero se comporta de acuerdo a lo que entiende correcto, mientras que el niño hace lo que le dictaminan sus instintos y sentimientos. Del hombre judío se espera que se comporta de acuerdo a otro criterio: la voluntad de D-os. Implica subyugar no solo a sus instintos y sentimientos, sino también a su intelecto a dicha voluntad, delineada en los 613 Mitzvot.

Este concepto está representado en el precepto más asociado con el Bar Mitzvá, los Tefilín. Los Tefilín son dos cajas de cuero que contienen cuatro párrafos de la Torá cuyo contenido habla de la unidad de D-os, de cómo controla al mundo y de nuestro deber de servirLo. Los colocamos en la cabeza, centro del intelecto y en el brazo a la altura del corazón para conectar, subyugar y canalizar a nuestro intelecto, sentimientos y acciones hacia el servicio de D-os.

Encontramos en el Talmud (Kidushin, 31a) la siguiente pregunta: ¿Qué tiene más valor, cumplir con una Mitzvá por obligación o cumplirla por iniciativa propia?

La conclusión sorprendente del Talmud es: Gadol metzuvé veosé mimí sheeinó metzuvé veosé, que tiene más valor el que cumple algo por deber que el que lo hace por iniciativa propia.

¿Por qué?

Hay dos explicaciones, la primera, psicológica y la otra, jasídica.

Cuando alguien tiene la obligación de hacer algo, se le presentan toda clase de resistencias al respecto. Fíjate lo que sucede cuando empieza Iom Kipur, por ejemplo. Al iniciarse el ayuno, todo el mundo tiene hambre al imaginarse la falta de comida durante las siguientes 26 horas. Cuando finaliza el ayuno, empero, la gente sigue charlando y no tiene tanto apuro para comer, sabiendo que pueden comer cuando quieran.

La explicación jasídica:

Mitzvá significa no solo orden, sino también «conexión». El objetivo y resultado de cumplir con una Mitzvá es conectarse con el Dador de la orden. Esto sucede solamente cuando uno tiene el deber de cumplirla. En el caso que no lo tenga, por más que la cumpla, no tiene el efecto de «conexión » por no ser una orden (o pedido) que viene de un tercero.

La grandeza de la transformación que tiene lugar cuando uno llega a la edad de Bar Mitzvá se debe al hecho que al llegar a la etapa en la cual tiene el deber de hacer las cosas, recibe con ella la posibilidad de conectarse con D-os de una manera que no le era posible hasta ese momento.

¿A qué se debe el hecho que uno se vuelva Bar Mitzvá justo al cumplir trece años?

Hay dos opiniones al respecto:

De acuerdo al codificador Rabeinu Asher es una norma que fue transmitida a Moisés en el Sinaí. No tiene una explicación racional; es una norma divina supraracional.

De acuerdo a Rashi (Talmud, Nazir, 29b) se debe al hecho que la Torá (Gén., 34:25) usa el término «Ish», hombre, en referencia a los hermanos Shimón y Levi cuando mataron a los hombres de la ciudad de Shjem luego de que el príncipe de la misma había violado a su hermana, Diná. En ese entonces tenían ambos apenas trece años. O sea, es un fenómeno natural que a los trece años uno es suficientemente maduro como para considerarse «hombre».

He aquí un mensaje profundo en cuanto a lo que se espera del hombre judío. Ser un hombre judío implica ser sensible y reaccionar frente a las injusticias. Si bien su padre, Jacob, los fustigaba por lo que hicieron, no criticó sus ganas de hacerlo. No aceptó el hecho de que hayan asesinado a los hombres de Shjem de la manera que lo hicieron; no debían haber tomado la ley en sus manos. Pero el hecho de que no se quedaron indiferentes ante la violación de su hermana sirve de ejemplo para todas las futuras generaciones de niños judíos que llegan a ser hombres judíos: el modelo a seguir es no quedarse cómodamente indiferente ante la injusticia y luchar por la justicia.

Una de las novedades que experimenta el chico al llegar a la edad de Bar Mitzvá es que a partir de ese momento lo cuentan para Minián (quórum de diez hombres judíos adultos). Hay determinadas plegarias y preceptos que precisan la energía especial creada por la masa crítica de un Minián. Habilita decir el Kadish, por ejemplo, como también leer el Rollo de la Torá en público. Al no haber llegado a la edad de Bar Mitzvá, condición que implica su exoneración del cumplimiento de los preceptos
(los cumple solamente en carácter de «ensayo» para su etapa adulta), no puede sumarse al grupo de adultos obligados en el cumplimiento de los mismos. Al cumplirse trece años, transformándose así en hombre, ya puede formar parte del grupo y habilitar – y hasta liderar - el cumplimiento de los preceptos en cuestión. Es por esta razón que muchos se acostumbran que el joven lea la Torá en público en ocasión de su Bar Mitzvá; no es para transformarlo en Bar Mitzvá, sino para expresar el hecho que ya lo es.

Aprovecho para desearles Mazal Tov a las familias Beris y Jerozolimski y que tengan mucho Najes de Alón y de los demás hermanos y primos.

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