La Sana Bipolaridad Espiritual
Todos los componentes de la existencia están divididos entre los que tiran hacia abajo, “lastre” y los que tiran hacia arriba, “flotabilidad”.
En los dos extremos encontramos el agua y el fuego. El agua tira hacia abajo, busca el lugar más bajo para descansar, mientras que el fuego tira hacia arriba. Entre medio se encuentran el aire y la tierra que son manifestaciones no tan extremas de lo mismo. El aire se mueve y flota sobre el agua y la tierra se queda quieta en su lugar, pesando hacia abajo.
¿Qué tiene esto que ver con la bipolaridad espiritual?
Las enseñanzas jasídicas, empezando por el libro fundacional el Tania, hablan del conflicto que muchos sienten en cuanto a su religiosidad. A veces uno se siente motivado por su fe a estudiar Torá y cumplir con las Mitzvot y a veces no se siente inspirado. ¿Será ese estado de ánimo cambiante una señal de bipolaridad e inestabilidad?
La explicación que dan es que en realidad se debe a una lucha constante entre los dos aspectos de “lastre” y “flotabilidad” que cada uno posee. El cuerpo y sus instintos animales definen el bien y el mal a su manera y el alma Divina define el bien y el mal a su manera. Ambos luchan por controlar los tres canales de expresión: el pensamiento, el habla y la acción. A veces gana uno, a veces gana el otro.
Siguiendo con el ejemplo de “lastre” y “flotabilidad”, según la perspectiva del lastre, cuanto más bajo, mejor y según la perspectiva de “flotabilidad”, cuanto más alto, mejor. Tiene que haber un equilibrio entre los dos aspectos. Si un barco tiene demasiado lastre, se hunde. Si al barco le sobra flotabilidad, puede volcarse. Si al buceador le falta lastre no puede bucear muy hondo.
De la misma manera, cuando hablamos de la vida humana, tiene que haber un equilibrio entre la dimensión espiritual y la material. Si uno es demasiado espiritual, no tendrá incidencia en el mundo material, y si es demasiado materialista, se “hundirá” en el mundo material sin poderlo dominar ni canalizar.
Lo interesante de todo esto es que dicha inestabilidad es una realidad estable. O sea, es una señal de vida. Una escultura puede ser perfecta y no cambiará día a día. El hombre vivo es dinámico y tiene que lidiar con este conflicto, en mayor o menor grado, continuamente.
Me hace recordar la historia de una comunidad que contrató a un Rabino nuevo. En el primer Shabat ya hubo lío. Al llegar a la lectura del Shemá Israel, algunos de los feligreses se pusieron de pie, señalando que todos deberían pararse y otros se quedaron sentados, indicando con señas que todos deberían sentarse.
Al finalizar los rezos se acercaron al Rabino a preguntarle cuál era la costumbre correcta, pararse o sentarse.
El Rabino respondió que había diferentes costumbres y que había que consultar con algún socio veterano que podría recordar cómo se comportaban al fundarse la sinagoga.
Eligió un representante de cada opinión para acompañarlo en la consulta.
Fueron a la casa del socio más veterano que apenas podía oír y hablar y uno de los dos le preguntó: “¿No es verdad que la costumbre original de la comunidad fue decir el Shemá Israel todos sentados?”
“No, no. Esa no era la costumbre original...”
El segundo, alentado, le plantea: “¿No es cierto, entonces, que la costumbre original era que todos decían el Shemá Israel parados?”
“No, mi hijo, esa no era la costumbre original...”
El Rabino, confundido, le dice: No entiendo... cuando llegamos al Shemá Israel algunos se paran, otros se sientan...
“¡Esa fue la costumbre original!” dijo el veterano con una sonrisa.
La señal de estabilidad y vitalidad es justamente la inestabilidad y lucha constantes.
¿Hipócrita?
La Torá nos cuenta que cuando nuestra matriarca Rivká estaba embarazada, sufría mucho. Cada vez que pasaba por una casa de idolatría sentía como su bebé quería salir, como también cada vez que pasaba por una casa de Monoteísmo. Fue a consultar con el profeta Shem y le dijo que, en realidad, tenía mellizos y que cada uno de ellos tiraba para otro lado. Ahí se tranquilizó.
¿Por qué fue que esa noticia la tranquilizó? La idea aquí es que lo que le preocupaba era esa aparente incoherencia que mostraba su hijo, siendo atraído tanto a lo puro como a lo impuro... ¿Qué clase de hijo atormentado estaba gestando?
Al enterarse de que no era una personalidad confundida e indecisa, sino que se trataba de dos hijos con intereses encontrados, se tranquilizó. Eso ya era más lógico y aceptable.
Lo mismo sucede con nosotros. Tenemos, dentro nuestro, no una sino dos almas, una animal y la otra Divina. Cada una tiene su naturaleza diferente y tira para su lado. “Lastre” vs. “flotabilidad”. El hombre no nace para ser perfecto y no es considerado un fracaso si no lo es, sino que nace para lidiar con ese conflicto interno, dándole a cada alma su lugar correcto.
¿Cuál es el Lugar Correcto de Cada Uno?
El lugar del animal es estar al servicio del hombre y no viceversa.
En una audiencia que el Rebe cedió a un grupo de estudiantes, le preguntaron ¿cómo es que la definición que la psicología moderna da del hombre es tan diferente de la definición que el jasidismo da? Según ciertas corrientes de la psicología, la esencia del hombre es una puja entre diversos instintos animales, mientras que según el jasidismo la esencia es Divina.
El Rebe les respondió diciendo que ambos hablan de cosas diferentes. Si bien la psicología habla del subconsciente, el jasidismo habla de la esencia misma.
El ejemplo que dio es que si uno mira un jardín, verá lindas flores, pasto verde, etc (consciente). Si cava un poco encontrará tierra, piedras, lombrices, etc (subconsciente). Si cava más profundamente aún encontrará agua, piedras y metales preciosos, etc (esencia).
La idea del judaísmo es ponernos en contacto, activar y expresar nuestra esencia espiritual. Esto se logra por medio del estudio de la Torá y el cumplimiento de las Mitzvot.
La Base del Judaísmo
Uno de los elementos - si no el elemento - más centrales en el Templo fue el Arón, el arca en el cual se guardaban las tablas de la ley.
Dicha arca consistía en tres cajas: 1) una caja de madera; 2) una caja de oro que calzaba dentro de la caja de madera; 3) una caja de oro en la cual calzaba la caja de madera.
El oro es un material inorgánico. La madera viene del árbol que crece de chico a grande y también es vulnerable a la descomposición.
La caja interior representa la esencia que, como el oro, es incambiante. La caja de madera representa el intelecto y las emociones que crecen y a la vez están susceptibles a la corrupción. La caja exterior representa el comportamiento. Dicha composición de las cajas representa la base de la conducta judía: hacer lo que D-os manda, aunque conscientemente no lo entienda y no lo sienta, ya que refleja la esencia Divina de uno mismo y su verdadero deseo.