«Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Levítico 19:18).

«Rabi Akiva dice: esta es una gran regla en la Torá.» (Rashi, ibid, citando Torat Kohanim, 19:45)

Uno de los preceptos más importantes en el judaísmo es el amor al prójimo. A tal punto es así que el sabio Hillel ante la propuesta de que le enseñara toda la Torá a un postulante a la conversión mientras estaba parado en un solo pie, respondió: «No hagas al prójimo lo que no te gusta que te hagan a tí» es toda la Torá; el resto es simplemente «comentario»; anda estudialo.
(Talmud, Tratado Shabat, 31a)

Veamos algunas aplicaciones prácticas de este precepto.

Juzgar al prójimo: Es muy común juzgar la conducta de los demás. Juzgamos motivos, juzgamos decisiones, juzgamos intenciones.

¿Qué dice el judaísmo al respecto?

«No juzgues a tu amigo hasta no llegar a su lugar,» dice el sabio Hillel (Pirkei Avot, 2:4).

«No odies a tu hermano en tu corazón; Rezongar rezongarás a tu amigo y no le atribuirás pecado, » dice la Torá (Levítico, 19:17).

Si ves que alguien está haciendo algo que te parece está mal, tenés el deber de decírselo y no guardártelo en tu corazón. La razón es muy simple. Puede ser que tengas razón y la otra persona no está consciente de lo que está haciendo. Al decirle, le estarás dando la oportunidad de recapacitar. Puede ser que lo que te parece mal en realidad no está mal. Al decirle al otro lo que te parece le darás la oportunidad de vindicarse y no tendrás más motivo para «odiarlo en tu corazón».

¿Cuántas veces sucede que uno está «seguro» de lo que otro hizo cuando en realidad no fue así? Cuántos conflictos se evitarían con el simple hecho de acercarse a la persona «ofensora» y aclarar las cosas. Claro, no es siempre fácil exponerse al juicio del otro. Es más fácil guardar rencores que demostrarle al otro las debilidades de uno mismo.

Si veo alguien haciendo algo mal ¿es bueno no decirle nada al respecto para «no meterme en su vida»? ¿Qué hay detrás de esta actitud, respeto o indiferencia?

El judaísmo nos enseña que es un deber moral advertirle al otro cuando ves que está haciendo algo aparentemente indebido y no quedarte cómodo e indiferente. Hay que cuidarse de rezongar de una manera que no agreda la dignidad del destinatario del rezongo. (Por más detalles sobre cuándo y cómo rezongar, vease Kitzur Shuljan Aruj 29:15-18)

Encontramos en el Talmud (Shabat, 127b) la siguiente anécdota que nos enseña hasta qué punto hay que juzgar al prójimo favorablemente.

Enseñaron nuestros sabios:
El que juzga a su prójimo favorablemente es juzgado favorablemente. Ocurrió con un hombre que descendió del Galileo Superior y fue contratado por un terrateniente en el sur por tres años. En vísperas de Iom Kipur le dijo a su patrón, déme mi sueldo para que pueda mantener a mi esposa e hijos.
«No tengo dinero,» dijo el patrón.
«Pues, págueme con frutas,» sugirió el obrero.
«No tengo,» respondió el patrón.
«Déme terreno,» dijo el obrero.
«No tengo,» respondió el patrón.
«Déme animales,» insistió.
«No tengo».
«Déme almohadas y frazadas ».
«No tengo».
El hombre cargó sus pertenencias en sus hombros y, frustrado, se fue para su casa.
Luego de las festividades, el patrón con el sueldo en sus manos y acompañado de tres burros cargados, uno de comida, uno de bebida y uno de comida rica se fue para la casa del obrero.
Luego de comer y beber le entregó su sueldo.
Le dijo el terrateniente al obrero: «Cuando me pediste tu sueldo y te dije que no tenía, ¿de qué me sospechaste?»
«Pensé que quizás encontró mercadería en un buen precio y lo gastaste en eso,» dijo el obrero.
«Y cuando me pediste que te pague con animales y te dije que no tenía, ¿de qué me sospechaste? »
«Pensé que quizás los había alquilado a terceros».
«Y cuando me pediste que te pague con terrenos y te dije que no tenía, ¿de qué me sospechaste? »
«Pensé que quizás los tenía arrendados a terceros.»
«Y cuando te dije que no tenía frutas, ¿de qué me sospechaste? »
«Pensé que quizás no les había sacado el diezmo todavía».
«Y cuando te dije que no tenía almohadas y frazadas, ¿de qué me sospechaste?»
«Pensé que quizás había donado todos sus bienes para D-os.»
«Juro que así fue,» exclamó el hombre. «Había donado todos mis bienes por mi hijo Hurkanus que no quería ir a estudiar Torá. Cuando fui a mis amigos en el sur me anularon todas mis promesas. En cuanto a tí, así como me juzgaste favorablemente, que el Todopoderoso te juzgue favorablemente.

Qué lindo sería el mundo si todos juzgaran al prójimo de esta manera.

Una de las cosas interesantes relacionadas con el tema de juzgar a los demás es que muy a menudo la manera de juzgar a otro es simplemente un reflejo de nuestros propios defectos personales «proyectados» en el otro.

Kol Haposel, bemumo posel (el que descalifica [a otros], descalifica con su propia descalificación) dijeron nuestros sabios (Talmud, Tratado Kidushin, 70b).

Según las enseñanzas jasídicas, no existen las casualidades, sino causalidades. Todo lo que ocurre en el mundo es por providencia Divina. Resulta, entonces, dice el Baal Shem Tov, que todo lo que uno ve o escucha contiene una enseñanza para uno.

Hay dos tipos de enseñazas que uno puede deducir al ver un defecto en un tercero: 1) me mostraron el defecto porque puedo ayudarlo a superarlo; 2) me mostraron el defecto en otro para que me dé cuenta de que yo también tengo el mismo defecto.

¿Cómo sabe uno si el defecto que le hicieron ver en otro es para que lo ayude o para que se conscientice de su propia situación?

Una explicación es que depende de cómo lo ve. Si juzga y descalifica a la otra persona por su defecto, lo más probable es que tiene el mismo defecto. Si no lo juzga y simplemente le tiene lástima por su situación y piensa cómo ayudarlo, lo más probable es que le mostraron el defecto porque lo puede ayudar.

Recuerde: cuando apunta con el dedo a otro, tiene tres dedos apuntando a Ud. mismo.

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