Conceptos y Preceptos del Judaismo 

 

Rebe
 

En ocasión del 18° aniversario de la desaparición física del Rebe de Lubavitch, Rabino Menajem M. Schneerson, que su mérito nos proteja.

 

Hoy exploraremos un poco el rol especial que juega un Rebe, a diferencia de un Rabino.

A primera vista puede parecer que se trata nada más que de un insignificante tema de pronunciación, siendo “Rebe” la versión Idish de la palabra hebrea “Rabi” o maestro.

Pero, más allá del aspecto semántico y de pronunciación, se trata de dos conceptos y roles  radicalmente diferentes. Mientras que la tarea del Rabino es enseñar, el Rebe, además de enseñar, guía y vitaliza.

Cabeza, manos y pies

La palabra “Rabi” es también un conjunto de letras que forman las siglas de las palabras Rosh Bnei Israel, o cabeza del pueblo judío.  

La cabeza ve, oye, guía, vitaliza y sensibiliza al cuerpo al que pertenece. O sea, es gracias a la conexión con la cabeza que un órgano siente y funciona correctamente. Una señal que el órgano está funcionando correctamente es cuando acata las órdenes de la cabeza de forma inmediata. La cabeza también tiene la tarea de coordinar y armonizar el funcionamiento de todos los órganos del cuerpo.

Del mismo modo, explica Rabí Schneur Zalman de Liadí, el primer Rebe de Jabad, en su libro, el Tania, cada generación de almas es como un solo cuerpo espiritual. Hay quienes cumplen las funciones de manos y pies y hay quienes cumplen la función de cabeza. Es por medio de la conexión con el alma “cabeza” que las almas “manos” y “pies” pueden funcionar correctamente.

Usina de electricidad

En una audiencia cedida a un grupo de estudiantes universitarios, uno de ellos le planteó al Rebe de Lubavitch cómo definía el rol de un Rebe.

El Rebe le respondió utilizando la metáfora de una usina de electricidad. En la ciudad hay muchos aparatos de diversa naturaleza que funcionan cada uno a su manera, pero siempre y cuando están enchufadas y conectadas a la usina. Del mismo modo, cada alma tiene su función específica a cumplir aquí en el mundo. La conexión con la “usina”, con el Rebe de la generación, ayuda a que pueda cumplir con esa misión cósmica correcta y plenamente.

O sea, hay una conexión intrínseca y natural entre el alma del Rebe y las de su generación. Fortificar esa conexión, “enchufarse”, permite que uno acceda y active la esencia misma de uno de la cual quizás nisiquiera estaba consciente.

Hay una anécdota que ilustra un aspecto importante del vínculo entre el Jasid (discípulo) y su Rebe:

Había una vez unos jasidim de diversas corrientes jasídicas que estaban hablando de la grandeza de sus respectivos Rebes. Uno contó cómo ante una enfermedad su Rebe mandó una bendición y el enfermó se curó milagrosamente. Otro contó cómo su Rebe lo mandó a realizar un viaje y como consecuencia de ello encontró a su “basherte”. Cuando le tocó al Jasid de Jabad, contó cómo una vez le plantearon la posibilidad de hacer un negocio en el cual tenía que invertir todo su capital. Si prosperaba el negocio, duplicaría su capital y si fracasaría, perdería todo. Al no saber qué camino tomar, fue a consultar con el Rebe de aquel entonces.

“¿Y, ganaste una fortuna?” preguntaron sus amigos.

 “No,” respondió, “¡perdí todo!”. 

 “¿Cuál es el milagro, entonces?” insistieron.

 “Que sigo siendo su Jasid...” respondió.

Más allá de lo cómico que puede parecer, hay aquí una enseñanza importante:

Hay dos actitudes que uno puede tener para con el Rebe. Uno puede recurrir a él para aprovechar su sabiduría para tener éxito en sus asuntos comerciales o puede recurrir al Rebe para saber qué es lo que D-os quiere haga con sus recursos. Tanto le da ganar o perder, lo que le importa saber es para qué D-os se la dio y para eso recurre al Rebe. Si resulta que D-os se la dio para que la pierda, bienvenida sea. “Sigo siendo su Jasid....”.

En la primera actitud uno “utiliza” al Rebe, en la segunda uno se pone a su servicio. Volviendo a la metáfora del cuerpo, la cabeza puede resultar estar “al servicio de la mano”, pero la mano debería estar al servicio de la cabeza....

El primer “Rebe” de la historia fue Moisés o Moshé Rabeinu (“Rabeinu = nuestro Rebe). Lleva también el título de Roé Neemán que significa pastor fiel, pero también se puede entender, según su traducción al arameo, Raaia Mehemna, como pastor de la fe. Las enseñanzas jasídicas enseñan que la tarea de Moisés fue, antes que nada, pastar y cultivar la fe de su generación fortificando la conexión entre sus almas y D-os.

“En cada generación hay una extensión de Moisés,” según el Zohar. Cada generación tiene su “alma Pastor” cuya tarea principal es guiarla y lograr despertar y fortificar la dimensión divina latente en el alma de cada uno sus integrantes.

Cada generación tiene su tarea específica a cumplir en el desarrollo de la historia. La tarea se puede cumplir siempre y cuando la cabeza y el cuerpo trabajan al unísono, poniéndose el “cuerpo” al servicio de la “cabeza”.

Nuestra tarea

La tarea de nuestra generación, según la elucidó el Rebe extensamente a lo largo de los años, es lograr llevar al mundo hacia la Redención. Para lograrlo hace falta, antes que nada darnos cuenta, que estamos todavía en exilio y que hace falta salir de él. Exilio no es un lugar, sino una situación. La diferencia entre Golá (exilio) y Geulá (redención) es una sola letra, la Alef, la primera letra del alfabeto hebreo que representa a D-os (“Alufo shel Olam”). La diferencia entre estar en exilio o no depende del grado que D-os manda en la vida de uno.

No es tan fácil, tanto para uno que haya sido criado en un ambiente totalmente secular como para aquel que fue criado en un ambiente religioso, sentirse identificado con el concepto de estar en un exilio espiritual y tener que y poder salir de él. Ahí es dónde la conexión con el Rebe, con la cabeza, por medio de estudiar sus enseñanzas y cumplir con sus directivas, nos ayuda a percibir mejor la realidad por lo que es y no simplemente por lo que nos parece ser y actuar acorde.