Conceptos y Preceptos del Judaismo 

Pirkei Avot II

 

En memoria de la Sra. Rosa Flasch de Steinitz, A”H, quien llegó a su lugar de descanso esta semana en Jerusalem.

 

Capítulo 2, Mishná 1:

Rabi [Iehudá el ‘Príncipe’] dice: ¿Cuál es el camino derecho que el hombre debería elegir? Todo aquel que es agradable para el que lo hace y es agradable para la gente.

Sé cuidadoso con [el cumplimiento de] una Mitzvá (precepto) leve de la misma manera que con una grave, porque no sabes la recompensa [que hay para el cumplimiento] de las Mitzvot. Considera la pérdida de una Mitzvá en comparación a su recompensa, y la recompensa de una transgresión en comparación con la pérdida.

Sabe lo que hay arriba tuyo: un ojo que ve, un oído que oye y todas tus acciones están documentadas.

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La Vieja y el Tuerto

Las redes sociales y medios de comunicación en el mundo estallaron la semana pasada con el comentario “Esta vieja es peor que el tuerto”…

El Baal Shem Tov, fundador del jasidismo, enseñó que no hay nada que ocurra en el mundo por casualidad; todo lo que uno ve o escucha es por Providencia Divina y contiene una enseñanza aplicable al cumplimiento de su misión de vida.

¿Qué podemos aprender de dicho episodio?

Al final de la Mishná citada, que abre el capítulo de Pirkei Avot que corresponde estudiar este sábado, leemos: “… Sabe lo que hay arriba tuyo: un ojo que ve, un oído que oye y todas tus acciones están documentadas.”

Dicha advertencia implica que aun en los momentos en que uno no cree tener la fuerza necesaria como para dominar sus instintos puramente porque es correcto hacerlo así, el concientizarse de que hay un ojo que ve y un oído que escucha – o imaginar cómo se comportaría si así fuere – ayuda a que su comportamiento sea como D-os manda.

A lo largo de la historia dicha percepción pertenecía al mundo de la imaginación. Hoy en día, con la tecnología de las comunicaciones tan desarrollada, con un alcance global e instantánea, dicha “teoría” se ha vuelto mucho más real. Uno debe cuidar no sólo lo que habla en público, sino también lo que habla en privado, ya que en instantes el público puede tener acceso a ello.

Aún así, esto no reivindica al periodista que en búsqueda de un “scoop”, compartió con el mundo entero, algo que no era suyo: la opinión personal de otro.

A mi entender dicho comportamiento fue una clara brecha de la frontera entre la libertad de prensa y la privacidad personal. Según la Halajá, si alguien me dice algo de naturaleza privada no tengo derecho de compartirlo con nadie salvo que me lo haya autorizado expresamente. Cuanto más debo respetar la “propiedad privada” de comentarios expresados en privado a un tercero, especialmente si su publicación puede provocar conflictos.

Y después aprendí otra cosa: hay que estar seguro de que se escuchó correctamente. Cuando fui a comprar el diario en El Paquín, el diariero me dijo: ¿viste, como a la gente le gusta el escándalo? El Presidente dijo que “la Ciudad Vieja estaba peor que el Puerto” y la gente lo transformó en cualquier cosa….

Sea como fuere, aprendí – una vez más - que hay que cuidar las palabras, para no dar lugar a la gente que no sólo no entiende lo que dijiste, sino que “entiende” algo que no dijiste…

 

La Mikve Helada

Llegó el gran día. Isrólik iba a colocarse los Tefilín por primera vez, en anticipación de su Bar Mitzvá. Se levantó temprano y junto a su padre bajó al río a sumergirse en las aguas purificadoras antes de colocarse los Tefilín. Resulta que era invierno y las aguas estaban heladas. Isrólik se sumergió y salió rápidamente, gritando ay, ay, ay, ay, ay!!! Su padre sacó una toalla grande y lo secó. Ahhh, Ahhh, murmuró Isrólik con placer.

“Escucha, mi hijo, una enseñanza para toda la vida,” dijo el padre a su hijo. “Acabas de ilustrar la diferencia entre hacer el bien y hacer el mal. El que hace el bien, muy a menudo empieza diciendo ‘ay, ay, ay, qué difícil,’ pero después termina diciendo ‘ahhhhh. Qué bien que hice el esfuerzo.’ En cambio cuando uno hace algo que no debería, empieza diciendo, ‘ahhhhh, qué bien’ y luego se agarra de la cabeza y dice ‘¡ay, ay, ay! ¡¡En qué lío me metí!!’

 

En la segunda parte de la Mishná citada dice: “Sé cuidadoso con [el cumplimiento de] una Mitzvá (precepto) leve de la misma manera que con una grave, porque no sabes la recompensa [que hay para el cumplimiento] de las Mitzvot. Calcula la pérdida de una Mitzvá en comparación con su recompensa, y la recompensa de una transgresión en comparación con la pérdida.”

He aquí un concepto muy importante a tomar en cuenta en cada coyuntura de la vida: costo/beneficio.

Para poder sobrellevar los momentos de esfuerzo y “costo” cuando uno hace algo meritorio, ayuda pensar en la eventual recompensa; cuanto más esfuerzo, tanto más beneficio. Conversamente, para poder hacer frente a las tentaciones, ayuda pensar en el eventual costo que va a tener que pagar por semejante placer.

De hecho hay una asimetría importante en ambos casos. El placer del pecado es temporario, mientras que el efecto dura una eternidad. El “costo” de una Mitzvá, por más elevado que sea, es limitado, mientras que la recompensa es infinita y eterna.

 

El Camino Correcto

En la primera parte de la Mishná cita a Rabi [Iehudá el ‘Príncipe’]: “¿Cuál es el camino derecho que el hombre debería elegir?”

Y responde: “todo aquel que es agradable para el que lo hace y es agradable para la gente.”

Cabe preguntarse: ¿Cuál es la duda que un Rabino tiene en cuanto al camino de la vida? ¿No será muy clara la respuesta: el camino de la Torá y Mitzvot? ¿Acaso es el placer [personal y de la sociedad] el criterio que determina el camino a transitar en la vida? ¿No se supone que el camino correcto es el definido por D-os?

Una explicación es:

Si bien el deber de cada uno es vivir su vida de acuerdo a los mandatos Divinos, hay muchas opciones posibles. Uno puede dedicarse a su desarrollo espiritual, ignorando lo que pasa en la sociedad que lo rodea o puede dedicarse únicamente al beneficio de los demás, dejando sus necesidades de lado.

El camino correcto, dice Rabí Iehudá, es el del equilibrio. Tu conducta debe satisfacer tus necesidades personales como también las de la sociedad que te rodea.

De hecho, una cosa depende de la otra. Si uno no se nutre, difícil que alimente a los demás y, conversamente, si se preocupa únicamente de si mismo, pierde la gran oportunidad de aprender de aquellos a quien se dedica a enseñar. Como dijo Rabi Janina (Talmud Taanit 7a): Aprendí mucho de mis maestros, más de mis compañeros y de mis alumnos aprendí más que de todos.

El camino correcto es el del medio, sin desviarse a los extremos.

 

 

Basado en las enseñanzas del Rebe de Lubavitch, que su mérito nos proteja.