Conceptos y Preceptos del Judaismo 

 

El Nombre Hebreo

 

Nuestros sabios señalan que fue gracias a que nuestros antepasados retuvieron sus nombres hebreos, estilo de ropa e idioma durante los 210 años de la esclavitud egipcia que lograron salir de Egipto.
 
El nombre personal, el estilo de vestirse y el idioma que uno utiliza para comunicarse con sus amigos y familia son elementos que ayudan a reforzar y mantener la identidad personal y a que uno no se asimile en el entorno que lo rodee.
 
No es lo mismo que a uno lo llamen Shlomo, por ejemplo, que lo llamen Pablo. Cada vez que lo llaman Shlomo reafirman su identidad judía a diferencia de cuando lo llaman Pablo que ignora su condición de judío.
 
Esto es así con cualquier identidad cultural. Uno puede mantener su identidad y aportar al multiculturismo de la sociedad en la que vive, o puede optar por ignorar su cultura particular y diluirse en la sociedad general. Veamos hoy la particularidad que tiene el nombre hebreo.
 
El Nombre Hebreo
 
En cuanto al significado de los nombres dice un versículo en Génesis (2:19): “Y D-os formó de la tierra cada bestia del campo y toda ave del cielo y los trajo al hombre para ver cómo los nombraría. Y todo nombre que le dio a cada ser vivo, es su nombre.”
 
Nuestros sabios explican que no fue que Adán inventó el nombre de cada animal, sino que supo identificarlo. El Hebreo es el idioma por medio del cual D-os creó al mundo. “Y D-os dijo: ‘Iehí Or (Que haya luz); y hubo luz. ’ (Génesis, 1:3).”
 
En el libro fundacional de la filosofía de Jabad, el Tania, el Rabí Schneur Zalman explica como cada letra hebrea representa una energía Divina determinada y el nombre hebreo de cada cosa contiene la combinación de energías Divinas que la crea y vitaliza constantemente. También es lo que define sus características esenciales. 
 
La sabiduría de Adán se expresó en el hecho que supo identificar el nombre – o sea la raíz y esencia espirituales - de cada ser vivo.
 
Por ejemplo: la palabra Adam, “hombre”, está relacionada con dos palabras hebreas: Adamá, tierra, y Adamé [LeElión] o “parecido [al Superior]” (Isaías, 14:14). La idea englobada ahí es que el hombre es una combinación de dos extremos: por un lado fue creado de la tierra y por otro lado tiene la posibilidad de “parecer al Superior” por medio de su capacidad de elegir entre el bien y el mal.
 
El Nombre Personal 
 
Dicha función del nombre hebreo no es sólo a nivel de género, sino también en cuanto al nombre personal de cada uno. En el nombre personal de uno está englobada su esencia y energía vital. 
 
Nuestros sabios enseñan que los padres tienen una especie de profecía en el momento de elegir los nombres de sus hijos debido al hecho que cada hijo ya nace con su nombre.
 
Hay muchas leyes y costumbres relacionadas con la determinación del nombre de un hijo.
 
He aquí algunos de ellas:
 
El nombre personal de un niño es anunciado por primera vez en la bendición recitada enseguida después de la circuncisión, momento en el cual su alma y cuerpo, y por ende su identidad judía, se consolidan.
 
A una niña se le pone el nombre cuando su padre es llamado a leer la Torá en la Sinagoga por primera vez luego del nacimiento de ésta.
 
Se acostumbra elegir para el hijo el nombre de una persona justa para que el ejemplo de la vida del justo inspire y tenga un efecto positivo en el nombrado. En esto hay dos costumbres diferentes: la costumbre Sefaradí es dar el nombre de un abuelo vivo, mientras que la costumbre Ashkenazí es elegir el nombre únicamente de alguien fallecido.
 
Hay diferentes costumbres y consideraciones en cuanto al “primer derecho” en el caso que tanto el padre como la madre tienen una preferencia diferente por el nombre. Consulte con su Rabino en el caso que sea necesario.
 
El Uso del Nombre Hebreo
 
Independientemente de si uno es llamado únicamente por su nombre hebreo o no, el nombre hebreo está presente en los momentos claves de la vida.
 
Es el nombre por medio del cual se lo llama al Bar Mitzvá a leer la Torá.
 
Es el nombre que uno utiliza cuando bendice a sus hijos (y demás seres queridos) luego de ser llamado a leer de la Torá en la Sinagoga.
 
Es el nombre que se utiliza en la Ketubá (contrato matrimonial).
 
Es el nombre que se utiliza – además del nombre hebreo de la madre - para rezar por alguien que está enfermo.
 
Es el nombre que se pone en la lápida y que se invoca en las plegarias por el alma del fallecido. De hecho, al final de la Amidá, cada uno dice un versículo del Tanaj cuya primera y última letra coincide con la primera y última letra de su nombre para ayudarlo a recordar su propio nombre en el mundo venidero.
 
Es el nombre que retendrá inclusive después de la resurrección de los muertos. 
 
El Significado de los Nombres
 
Encontramos en la Torá muchos nombres personales cuyo significado está explicitado, entre ellos, los de los patriarcas Avraham (Génesis, 17:5), Itzjak (Génesis, 21:3, 6) y Iaakov (Génesis, 25:26) y de las doce tribus (Véase Génesis 29:32 – 30:24, 35:18).
 
Hay nombres personales que son nombres de animales, como por ejemplo Arié (león) y Zeev (lobo), Tzvi (ciervo) que tienen su origen en las bendiciones con las cuales nuestro patriarca Iaakov (Génesis, Cap. 49) bendijo a sus doce hijos, progenitores de las tribus, antes de fallecer. 
 
El vínculo entre uno y su nombre personal es tan profundo que al cambiar el nombre se puede cambiar el destino, como vemos en la Torá en cuanto al cambio de los nombres de Avram a Avraham y de Sarai a Sará (Génesis, 17:5, 15) luego del cual pudieron engendrar a su hijo y heredero, Itzjak. También encontramos que Moshé le cambió el nombre de Josué (Números, 13:16 véase el comentario de Rashi in situ) para protegerlo contra el complot de los espías.
 
Perspectiva Jasídica
 
He aquí una tradición interesante en cuanto a por qué el fundador del movimiento jasídico, el Baal Shem Tov, tuvo el nombre personal de “Israel”:
 
Una de las maneras de despertar a una persona desmayada es soplándole su nombre en el oído. El pueblo judío se encontraba en ese período de la historia, luego de las masacres perpetradas por los cosacos y luego del desengaño del falso mesías Shabetai Tzvi, en una especie de “desmayo”. Hacía falta invocar su nombre, Israel, para despertarlo. 
 
Esto, de hecho, fue la tarea de Rabí Israel, Baal Shem Tov, por medio de sus enseñanzas: levantar al pueblo judío de su caída física y espiritual.
 
Por lo visto tuvo mucho éxito.